Un material que combina micelio y bacterias, la propuesta de un equipo de investigadores para avanzar en la arquitectura regenerativa
La búsqueda de materiales más sostenibles, eficientes y resilientes está a la orden del día en el sector de la arquitectura y la ingeniería. En este contexto, un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Montana ha desarrollado un material innovador que combina micelio con bacterias, y tiene la capacidad de autorrepararse.
Aunque aún se encuentra en una fase experimental, este nuevo material representa un avance prometedor en la carrera por reducir la huella ambiental del sector de la arquitectura sostenible.

¿Qué es el micelio y por qué es relevante para la construcción?
Se trata de una red de filamentos llamados hifas que conforma la parte subterránea de los hongos y actúa como su sistema radicular, permitiéndoles absorber nutrientes y colonizar diversos entornos.
En los últimos años, se ha explorado en profundidad el uso del micelio como material de construcción por su ligereza, bajo impacto ambiental y propiedades aislantes. En este sentido, el micólogo Philip Ross desarrolló junto a otros científicos ladrillos 100% orgánicos gracias al micelio.
A diferencia de los materiales tradicionales, el micelio puede crecer a partir de residuos agrícolas, generando bloques adecuados para su uso en aislamiento térmico, embalajes o incluso como componentes estructurales de baja carga. Una vez alcanzada la forma deseada, se puede desactivar el crecimiento con calor para estabilizar el material.
Micelio y bacterias para crear un material vivo y autorreparable
Hasta la fecha, algunas empresas han liderado proyectos de innovación a partir del micelio, pero el descubrimiento de los investigadores de la Universidad de Montana pretende ir más allá. El avance que han presentado propone la integración de bacterias en una matriz de micelio para crear un material estructural sostenible y con la capacidad de autorrepararse.
Además, este nuevo material no necesita las condiciones ideales de un laboratorio para mantenerse funcional, ya que puede seguir activo a bajas temperaturas, reparando microfisuras por sí mismo durante semanas. Esta característica le otorga una mayor versatilidad que otros biomateriales, que requieren condiciones específicas para mantener su actividad biológica.

Propiedades mecánicas y desafíos en su aplicación
A nivel estructural, el material desarrollado por el equipo de la Universidad de Montana presenta una rigidez significativamente mayor en comparación con otros compuestos automineralizados. Sin embargo, todavía se encuentra lejos de igualar la resistencia del hormigón convencional, por lo que su uso actual se limita a elementos secundarios. En el futuro, esta propuesta podría integrarse en distintas soluciones arquitectónicas:
- Elementos interiores y mobiliario urbano: Paneles divisorios, revestimientos, mobiliario biodegradable, etc.
- Sistemas constructivos modulares: La ligereza y flexibilidad del micelio lo hacen especialmente adecuado para construcciones modulares, en las que se requiere adaptabilidad y bajo peso.
- Fachadas bio-receptivas: Capaces de adaptarse al entorno, resistir a la intemperie y participar en la regulación térmica o acústica del edificio.
Este nuevo material abre una línea de investigación hacia una arquitectura más viva, en la que los materiales no solo sean pasivos, sino activos y reactivos, capaces de interactuar con su entorno y regenerarse. Asimismo, actualmente existen algunos retos técnicos que dificultan su adopción:
- Estabilidad estructural: El comportamiento del material ante cargas dinámicas y su durabilidad en entornos variables requiere de un mayor estudio.
- Escalabilidad: La producción en masa de estos compuestos debe superar barreras logísticas, biológicas y económicas.
- Normativas y certificaciones: La incorporación de biomateriales plantea cuestiones sobre las regulaciones en términos de seguridad, salud y eficiencia.
La arquitectura regenerativa, en el horizonte de la sostenibilidad
Desde el punto de vista ambiental, los beneficios son notables. Este tipo de material puede cultivarse localmente, utilizando residuos orgánicos como sustrato, lo que reduce las emisiones derivadas del transporte y el uso de materias primas convencionales. Además, es completamente biodegradable al final de su ciclo de vida útil, a diferencia del hormigón o el plástico, que generan residuos persistentes y difíciles de gestionar.
Las posibilidades que ofrece el micelio para la reparación autónoma del material también implican una reducción en su mantenimiento y, por tanto, en el uso de energía y recursos durante el ciclo de vida del edificio. Asimismo, se diferencia de otros biomateriales en su capacidad para ser moldeado, cultivado localmente y compostado tras su uso. Todas estas propiedades lo convierten en un recurso especialmente interesante para la economía circular.

En resumen, este nuevo material creado a partir de la combinación de micelio y bacterias no es solo un experimento de laboratorio, sino que representa un nuevo paradigma en la concepción de los materiales de construcción. La idea de que un muro pueda repararse por sí mismo, o que una fachada pueda regenerarse tras una tormenta, deja de pertenecer a la ciencia ficción para formar parte del horizonte realista de la arquitectura sostenible.
La arquitectura regenerativa no se limita a reducir el impacto ambiental de los edificios, sino que busca crear sistemas constructivos que imiten la naturaleza, colaboren con el entorno y mejoren con el tiempo. La integración de biología, ingeniería y arquitectura permite soñar con edificios más sostenibles, inteligentes y resilientes. En este sentido, esta investigación demuestra que existen vías alternativas y prometedoras para reinventar los materiales de construcción.