La Trufa: una obra que aúna naturaleza, paisaje y textura en la Costa da Morte
En el noroeste del litoral gallego se ubica una de las zonas más verdes de la península. Famosa, entre otras cosas, por sus mitos, leyendas y rincones escondidos: la Costa da Morte. Precisamente, ese fue el escenario elegido por el arquitecto Antón García- Abril, de Ensamble Estudio, para llevar a cabo uno de sus proyectos.
Paseando por la costa, en el municipio coruñés de Laxe, se intuye la presencia de una forma que sobresale en medio de un paisaje completamente verde. Para visualizarla, hay que acercarse. La curiosidad siempre puede. Y, de repente, lo que ves te sorprende, por nuevo y por inesperado. Allí, escondida, está la increíble obra de “La Trufa”.
© Roland Halbe
Dicen los responsables que “La Trufa es un fragmento de naturaleza construida con tierra, llena de aire. Un espacio dentro de una piedra que se posa en el terreno y que se mimetiza con el territorio. Se camufla, al emular los procesos de formación mineral en su estructura, y se integra con el medio natural al someterse a sus leyes”.
Un entorno natural
La mimetización con el territorio es tal, que Paulina, una conocida ternera de la zona, fue la protagonista indiscutible en la construcción. Los comentarios de los vecinos son de lo más variopintos. Pero todos coinciden en la belleza de la obra, y en su total armonía con el entorno.
Y es que es cuanto menos sorprendente que, en medio de un entorno rural, donde pastan las vacas, te puedas encontrar este poético y experimental proyecto que aúna naturaleza, paisaje y textura.
La Trufa es una pequeña cabaña que simula el proceso de formación mineral en su estructura. Poco a poco se fue dando forma y confort a este espacio integrado totalmente en la naturaleza. El resultado es brillante, pero lo realmente impactante es cómo fue construida. Y es, de hecho, lo que la convierte en ejemplo de arquitectura sostenible.
© Roland Halbe
El proceso de construcción
Para su construcción, se ha comenzado realizando un agujero en el suelo con tierra vegetal sin consistencia mecánica. Un dique de contención que ejerció de molde. El espacio vacío del interior se rellenó formando un volumen con paja, cubierto por tierra y hormigón.
La tierra y el hormigón intercambiaron sus propiedades. La tierra proveyó al hormigón de su textura y color, su forma y su esencia, y el hormigón le entregó a la tierra su resistencia y estructura interna. Y esta gran masa formó una piedra. Piedra que, pasado un tiempo, se extrajo y se abrió.
Una pintoresca imagen nos muestra cómo una vaca de la zona fue la encargada de vaciar esa piedra. Paulina, la ya famosa ternera, se alimentó con la paja que había dentro durante un año. Tras ingerir los 50 m3 de paja y engordar 300 kilos, ha vaciado el interior del espacio.
© Roland Halbe
Por primera vez, se descubría la obra, restaurando la condición arquitectónica de la trufa tras haber sido cobijo del animal y de la masa vegetal durante un tiempo largo. El resultado fue una masa pseudo-mineral de hormigón que imita la forma de una roca, provista de un pequeño cubículo vacío en el interior que da cabida a una estancia habitable de 25m2.
“Y la lección que recibimos es la incertidumbre que nos guió, en el deseo de construir con nuestras propias manos, un fragmento de naturaleza, un espacio contemplativo, un pequeño poema”. Y vaya si lo consiguieron.
Como La Casa del Desierto, La Trufa mira directamente al paisaje. Pero no solo eso, sino que forma parte de él. Arquitectura sostenible en un entorno verde. Ellos lo llaman arquitectura orgánica. La convivencia con el entorno durante el proceso de construcción convierte La Trufa en un referente. El resultado es una obra completamente integrada con el territorio. Una forma más del paisaje. Una roca que cuesta percibir. Una parte más de la Costa da Morte que permite, además, disfrutar de su belleza.