No es verde todo lo que reluce
Hoy quiero haceros llegar un interesante artículo escrito por el arquitecto y filósofo urbano Michael Mehaffy y el matemático y pensador australiano Nikos Salingaros, titulado Why Green Often Isn’t (Por qué la arquitectura verde con frecuencia no lo es).
Los autores, basándose en un artículo anterior «Por qué la Arquitectura Verde pocas veces merece su nombre» publicado por el New York Times con el título «Algunos Edificios no cumplen con su etiqueta verde», investigaron sobre las evaluaciones post-ocupación de varios edificios calificados inicialmente como «sostenibles». Esto fue posible debido a que en la Ciudad de Nueva York , a través de la «Ley de seguimiento del rendimiento energético de la edificación» se exige la publicación de los resultados.
Lo que descubrieron, fue que muchos edificios que inicialmente habían sido certificados como altamente eficientes a través del sistema de certificación LEED (“Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental”), como el caso de el nuevo World Trade Center 7 -LEED Oro, una vez ocupados perdían varios puntos de eficiencia energética, llegando incluso a perder la certificación.
Las causas apuntadas por el New York Times eran, entre otras, que «el uso generalizado del muro cortina con amplias fachadas vidriadas, y las plantas profundas (Deep Plans) -que disponen un gran espacio habitable con gran separación entre los muros exteriores-, obliga a una mayor dependencia de los sistemas de ventilación y de luz artificial».
Si a lo anterior, le añadimos las actuaciones de sus ocupantes, nos podemos encontrar como el caso de lo ocurrido con el edificio Gherkin (“pepinillo”) de Londres (Foster & Partners, 2003), donde el sofisticado sistema de ventilación abierta del edificio se vio comprometido cuando sus usuarios, preocupados por la seguridad, construyeron barreras separadoras interiores de vidrio.
Por ello, yo estoy convencida de que un aspecto que se debería afrontar antes de cualquier ocupación es la formación de sus ocupantes sobre el propio edifico en el que se integre su vivienda. Al igual que cuando compramos un coche, o un aparato electrodoméstico recibimos, por parte del vendedor, unas instrucciones básicas, se debería exigir la formación de los propietarios, arrendadores e inquilinos, antes de realizar la ocupación de sus viviendas energéticamente eficientes.
Pero, sin duda, la razón que a mí me parece más importante para que los resultados de una construcción sostenible no sean los esperados inicialmente, es la falta de una concepción holística de la edificación donde no se considere el concepto energético de manera aislada e intente resolverse a través de la suma de los elementos que lo componen (paneles solares, aislamiento de muros, etc) sino, mucho más amplia, incluyendo todos los factores involucrados, y teniendo en cuenta que aunque los sistemas constructivos parezcan, individualmente, bien diseñados éstos interactúan entre ellos y puede ocurrir que los beneficios energéticos que obtengamos por un lado sean inferiores a las pérdidas que estos mismos provoquen en su integración sistémica.
No se debería permitir que por errores (no previstos) o por falta de formación, la gente deje de creer en la arquitectura sostenible y que, además se sientan estafados por haber hecho frente a extracostes que no llegarán a amortizar nunca, porque «alguien» ,las más de las veces, por ignorancia no ha tenido en cuenta los aspectos sinérgicos en la edificación.
Además, yo me resisto a pensar que la arquitectura se pueda doblegar a la sola obtención inicial de este tipo de certificaciones de edificación sostenible sin ser lo suficientemente coherente como para proyectar y edificar conforme a los objetivos que realmente se pretenden a largo plazo.
Por ello, hay que dejar una puerta abierta a la esperanza, a tantos y tantos profesionales de la arquitectura que están peleando (incluso a pesar de sus ya menguantes, intereses económicos) pero que creen en este tipo de arquitectura. Un ejemplo claro son las construcciones de Casas Pasivas (Passive Houses) que, con el objetivo de buscar un consumo nulo o casi nulo de energía, tienen en cuenta las características del entorno, su clima y orientación (arquitectura bioclimática) y de los materiales de la zona a ser utilizados en su construcción (bioconstrucción).