La construcción invisible para el medio ambiente
El 40% de las emisiones de CO2 de la Unión Europea en la actualidad las provocan las edificaciones, por lo que intentar concebir nuevos tipos de construcciones es clave para la sostenibilidad. La propuesta de la arquitecta Camille Rabany constituye una disrupción absoluta de lo que actualmente entendemos como “edificio”. La idea del Rascacielos Invisible “tiene como objetivo compensar las irradiaciones de carbono de los automóviles que conducen a lo largo de la construcción, con la creación de un parque subterráneo y en la superficie que absorba las emisiones”, tal y como se expresa en el bosquejo del proyecto.
Planteamiento y objetivos
Las tecnologías perforadoras y de edificación subterránea, en la actualidad, permiten plantear este tipo de iniciativas, en las que se soterran las calzadas y convierten a la superficie en propiedad absoluta de los ciudadanos. El planteamiento se basa en la premisa de que, cuando los medios de transporte transitan bajo tierra, se puede controlar el nivel de gases contaminantes de los vehículos.
El programa dispone que, con un férreo monitoreo de las velocidades, se pueden calcular las emisiones de CO2 que se expulsan. Aproximadamente, un coche emite algo más de 250 gramos de CO2 por kilómetro recorrido, mientras que un árbol absorbe 20,6 kg por año. Estas cifras permiten establecer la velocidad a la que deben circular los vehículos para que, cuando el CO2 llegue a la superficie, se haya compensado por la capacidad de filtración de la arboleda.
Los números de la edificación
El proyecto se ha ideado para que se sitúe en pleno Central Park, Nueva York. El volumen potencial de plantaciones que se podrían realizar en la supuesta ubicación del edificio sería de en torno a 41.200 árboles, lo que situaría la capacidad de absorción de CO2 en 20,6 kg por minuto. Teniendo en cuenta que la infraestructura que se soterraría es la equivalente a la que existe en la superficie actualmente, 6 carriles de automóviles, la emisión promedio de los coches sería de 19,23 kg por año. Las cuentas de la nueva edificación arrojarían un saldo positivo de aproximadamente 1 kg más de absorción con respecto al CO2 expulsado.
Establecer este tipo de infraestructuras no solo conllevaría unas carreteras neutras en CO2, sino que evitaría otros trastornos para los peatones tales como ruido, olor o la tensión visual, sin olvidar el peligro físico que supone la circulación de coches. Toda la superficie se convertiría en espacio recuperado para la ciudadanía.
Condecoraciones y futuro
La revista de reputación internacional Evolo ha premiado a este proyecto como uno de los más innovadores y disruptivos en el campo de la construcción sostenible. Obtuvo una mención de honor en su famoso concurso de Mejores rascacielos 2021.
El diseño del Rascacielos invisible es un bosquejo muy a largo plazo, pero es una forma de concebir las ciudades que, de hacerse realidad, podría extenderse a otros sectores. En un futuro, este planteamiento no solo alcanzará a la circulación vehicular, sino que se puede llevar también al campo, por ejemplo, de la comunicación ferroviaria, tal y como se puede observar en la parte más baja de la imagen superior. Gracias a proyectos como el de la arquitecta americana Camille Rabany estamos un paso más cerca de conseguir la descarbonización y la arquitectura sostenible.