Denís Gándara: “La rehabilitación es precisa para evitar generar un mayor impacto medioambiental con nueva construcción”

Publicado el 17 junio 2019

No nos cansamos de repetir que la arquitectura sostenible es una nueva manera de pensar la arquitectura; de pensar el mundo. Está presente en todos los aspectos de nuestro día a día y, por supuesto, también en la arquitectura de interiores.

En esta ocasión, tuvimos la gran oportunidad de poder entrevistar a Denís Gándara, especializado en diseño en madera.

Entrevista

Isabel Fernández: ¿Cuándo nace tu interés por la arquitectura? ¿Era tu vocación?

Denís Gándara: De pequeño pensaba en ser zoólogo o biólogo como mi madre. Me gustaba la naturaleza, pero a lo largo de mi educación también tenía aptitudes y afinidades con la física, el dibujo técnico, o la visión espacial. Quizás influyó escuchar a mi padre hablar de historia del arte cada vez que visitábamos un monumento, restos arqueológicos o una pequeña iglesia. Desde luego lo que me atrajo fue ese lugar intermedio entre ciencia y artes o humanidades que cubre la arquitectura, un poco de letras y un “bastante” de números. A partir de mi entrada en la escuela de arquitectura, se sucederá una relación de amor-odio por la materia, a veces demasiado absorbente y ensimismada. No sé si vocación, pero desde luego sí por afinidad.

I.F.: Tu primer trabajo fue en el Estudio de Arquitectura Juan Pinto, ¿en qué momento decides montar tu propio estudio? ¿Por qué abres el Estudio de arquitectura Denís Gándara?

D.G.: Salgo de la escuela en plena crisis económica y del ladrillo, con miles de arquitectos con experiencia huyendo al extranjero. Yo entro en un estudio muy pequeño, primero en prácticas y posteriormente en colaboración, que conserva la forma de hacer de la arquitectura artesanal, con dedicación al proyecto. Nunca me gustaron las grandes firmas. Así es que el Estudio Juan Pinto me sorprende gratamente, pues aparte de ser premio nacional de rehabilitación en madera, me acerca a aspectos de la profesión como el detalle constructivo o la dirección de obra, a la piedra y madera del casco histórico de Santiago de Compostela. No hay un momento exacto en el que decida montar mi propio despacho profesional, sino que más bien las circunstancias me empujan a ello. El estudio donde estoy se traslada A Coruña, las ofertas laborales aún son escasas y el falso autónomo o precario está a la orden del día. Decido empezar por mi cuenta, intentando apostar por la madera y sobre todo por el interiorismo, que era el único mercado en el que había alguna oportunidad para un arquitecto joven.

I.F.: En tu página web aparece como destacado el concepto “diseño y madera”, ¿qué motiva que elijas este claim y este material como elemento vertebrador de tus proyectos?

D.G.: Cuando estoy trabajando con Juan Pinto, decido aprovechar los viernes y sábados para cursar el Master de Diseño y Cálculo de Madera Estructural de la USC, semipresencial. Podría haber sido de rehabilitación, pero este me resultaba más específico y menos común. Fue una muy buena experiencia, profundizando en todos los aspectos de la madera estructural y como material constructivo, incluso para acabados. Siempre me han gustado los materiales naturales, simplemente por el hecho de estar acorde con los tiempos actuales de crisis medioambiental.  Me parecía una oportunidad para conocer a fondo un material que condensa grandes virtudes, como ser en primer lugar un ser vivo que genera hábitats y respira CO2, que puede transformarse en estructuras fuertes y resistentes con grandes avances tecnológicos en los últimos años. Incluso ser un material de acabado ideal y deseado, por sus cualidades térmicas e higroscópicas y por la relación histórica y psicológica que tenemos con la madera, terminando por ser totalmente biodegradable y sostenible. Además, aquí se había perdido el “saber hacer” de los oficios de carpintería y de todo lo relacionado con el sector maderero. El hecho de vivir en una tierra que tiene de las mejores capacidades forestales de soleamiento y precipitaciones para el desarrollo forestal, y ver como se priman especies de crecimiento rápido para pasta de papel como es el eucalipto y se desprecian robles, castaños y fresnos autóctonos sin rentabilizar su madera da mucho en lo que pensar.

Diseño de estructura de madera. Fotografía de Denís Gándara.

I.F.: No solamente estás especializado en diseño de la madera a nivel estructural, también te has formado en diseño de interiores, ¿cuál es su importancia en una vivienda sostenible y saludable y cómo diseñas estos espacios?

D.G.: La arquitectura de interiores tiene una importancia vital, es la que define nuestro día a día, nuestra vida. Normalmente las promociones ofrecen al cliente final un espacio concreto para habitar, pero sin tener en cuenta sus necesidades específicas, su forma de ser o sus gustos. El ser humano tiende a cambiar y adaptar su entorno cercano las veces que sea necesario para que se adecue a su modo de vida. Cada vez más la arquitectura está contando con los usuarios finales para definir los proyectos. El interiorismo acerca también estos conceptos a las reformas y rehabilitaciones, consiguiendo actualizar y adecuar antiguos espacios. Se puede conseguir mejorar el comportamiento térmico aislando por el interior con trasdosados, cambiando las ventanas por unas de altas prestaciones que pueden ser de madera. Se mejoran las sensaciones y vivencias con acabados más naturales y saludables, como por ejemplo acuchillar un parquet existente y aplicarle un aceite o un barniz al agua ecológico, evitando superficies de poliuretano en contacto con nuestra piel. Se mejoran los recorridos y se armonizan las actividades de los espacios, consiguiendo por ejemplo con una adecuada distribución una cocina más ergonómica y funcional o mediante una mejor iluminación un baño más relajante. A veces es complicado porque tienes las limitaciones de lo preexistente y sobre todo de escasos presupuestos, pero siempre intento encontrar la mejor solución aplicando en la medida de lo posible resoluciones con madera maciza o derivados, tan versátiles y variados hoy en día.

I.F.: ¿Qué son para ti las casas bioconstruidas? ¿En qué se diferencian de un edificio tradicional?

D.G.: Siempre se suelen entremezclar las definiciones de arquitectura sostenible, eficiente, pasiva, bioclimática, o bioconstruida. Todas conllevan unas características, pero la nueva edificación ha de beber de todas ellas. Un punto crucial es el de los materiales, la materia prima con la que se lleva a cabo la arquitectura, un edificio o una casa. Para mí la bioconstrucción se centra en esto, en que los materiales empleados sean de origen natural, que sean lo más saludables posibles, y que sean lo más respetuosos con el medio ambiente posible. Evidentemente ha de tener otras características, como su eficiencia o su buena orientación, pero esto es lo que la diferencia. Puedes tener una casa muy eficiente y bioclimática construida con acero, hormigón y plástico, lo que conlleva unos materiales extractivos poco comunes como el petróleo, un proceso de fabricación muy costoso energéticamente y un reciclaje o biodegradabilidad nula. Pensemos en lo que cuesta extraer minerales, fundir, conformar y transportar una viga de acero, frente a construir una viga con parte de un árbol de un bosque cercano. Y es que cada vez es más necesario pensar en el ciclo de vida de la construcción, de donde provienen los materiales, su transporte, cuánto va a durar su vida útil y finalmente que residuos va a producir su demolición. También la bioconstrucción abre un campo de materiales de construcción nuevos u olvidados, que su producción es de por sí positiva para el medio ambiente. Por ejemplo, la lana de oveja tratada como aislante va a propiciar que haya más ovejas. Lo mismo con la madera, ya que cortar una serie de árboles para construir no tiene por qué ser un atentado ecológico si fueron plantados para ello. Quiero decir, no siendo un bosque primigenio o consolidado, al contrario, su uso en construcción fomentará que se planten más árboles para el mismo fin. Por desgracia siempre es difícil aplicar el sentido común en una economía de mercado que busca la rentabilidad monetaria ante todo y eso repercute también en el campo de la arquitectura sostenible y sus productos. Todo se puede pervertir, y una cosa es lo que cuesta en términos medioambientales y otra lo que cuesta en términos monetarios.

Diseño de vivienda bioconstruída. Fotografía de Denís Gándara.

I.F.: ¿De dónde procede tu ferviente interés por el campo de la rehabilitación de edificios o viviendas?

D.G.: En gran parte de analizar el territorio que me rodea. Soy gallego y quizás aquí se ve claramente cómo las grandes olas urbanizadoras entre los años 60 y los 90, sobre todo en la franja atlántica en los núcleos donde se ha desplazado la población, han destruido o degradado el patrimonio arquitectónico anterior, generando villas y pueblos que han perdido su alma. Para mí es muy importante reaccionar contra esa época dorada del urbanismo descontrolado partiendo de poner en valor lo poco que queda en pie, la rehabilitación de edificios abandonados con cierta antigüedad, la arquitectura popular. Quizás es más difícil encontrar soluciones para estas viejas edificaciones de piedra y madera medio derruidas, pero que esconden grandes ventajas bioclimáticas sabiendo aprovecharlas. Por otro lado, como he dicho, se ha construido demasiado y es preciso aminorar la marcha urbanizadora que impulsa una especulación de bienes fundamentales como es la vivienda. Por desgracia debemos sacarles partido y adecuar los miles de metros cuadrados de hormigón existentes, muchos de los cuales están vacíos. La rehabilitación es precisa para evitar generar un mayor impacto medioambiental con nueva construcción, de la que por supuesto también soy partidario si es más sostenible. En cierta manera la idea es reciclar energética, sensorial y funcionalmente los edificios de los años 80 antes que construir nuevos.

I.F.: ¿Cuál es el proyecto que mejor defina y represente tu identidad como arquitecto?

D.G.: No es fácil responder porque cada proyecto se define por los problemas a los que responde con una solución concreta y cada uno es un mundo. En general me atraen los edificios y viviendas más pequeñas y de ámbito rural. Cualquier obra de Rural Studio de Alabama o del australiano Glenn Murcutt podría definirme. Pero por contrariarme, me decanto por el entorno urbano y me decanto concretamente por un proyecto que está de cierta actualidad por los premios cosechados y que toca los valores constructivos de la madera y los valores sociales del urbanismo: el último edificio de vivienda colectiva de la cooperativa catalana de arquitectos LaCol, el edificio de la cooperativa habitacional La Borda.

Rehabilitación integral de piso, arquitectura de interiores en Santiago de Compostela. Fotografía de Denís Gándara.

I.F.: ¿Crees que la sociedad es consciente de la importancia de la sostenibilidad o estamos ante una moda pasajera?

D.G.: Pienso que la gente es cada vez más consciente de que solo tenemos un planeta y no está yendo por buen camino. Pero por desgracia es muy complicado cambiar unas dinámicas consumistas y depredadoras que han estado funcionando durante muchas décadas de economía capitalista. Y esto es un problema cuando todas las denuncias ecologistas clásicas se transforman en una oportunidad de mercado, como pasa hoy con la bioconstrucción, la arquitectura sostenible, o los coches eléctricos, generando lo que se conoce como capitalismo verde. Nos encontramos con que se tratan temas importantes como modas o como productos de mercado. Además, la burocracia estatal suele trasladar el problema al último eslabón, el consumidor, incitándolo a reciclar, a que invierta en productos ecológicos, cuando debería ir a la causa del problema que suele ser la gran industria, desde la petrolera a la alimentaria, que unilateralmente toma las riendas del futuro esgrimiendo números como el PIB o el IBEX35. Por ello es normal que, excepto los activistas, en el día a día la sociedad se vea ajena de la importancia de la sostenibilidad como algo primordial y la perciba como algo lejano que se ha de resolver desde arriba.

I.F.: Bajo tu punto de vista, ¿cuál será el futuro de la arquitectura sostenible? ¿Qué líneas maestras seguirá el sector a medio o largo plazo?

D.G.: El sector de la arquitectura tiene una gran responsabilidad en la crisis medioambiental. La construcción y la calefacción y refrigeración de edificios representan de los mayores porcentajes de emisiones de CO2 después del transporte. No ya solo es imprescindible planificar espacios más eficientes energéticamente para evitar estas emisiones, sino también en la materia prima que usa y su ciclo vital, si es de origen natural y biodegradable o no, o si por ejemplo se aprovecha la energía solar que recibe el edificio mediante estrategias bioclimáticas pasivas. La arquitectura tiene hoy múltiples certificaciones para probar su sostenibilidad, y diversos programas informáticos para calcular sus consumos y eficiencias, pero personalmente creo que esta no es la vía más adecuada. Seguramente los próximos años siga por estos caminos, instaurándose criterios cerrados que certifiquen la calidad o no de la edificación, con edificios de primera y de segunda en una senda de confianza en la arquitectura ecológica “High Tech”. Desde mi punto de vista esto es una solución cortoplacista y elitista, y es necesaria una educación general y holística en los valores de la sostenibilidad y la ecología, que estos valores sean demandados por la sociedad y los gobiernos, y sobre todo confiar en que los técnicos busquen las mejores soluciones arquitectónicas para lograr que un edificio sea sostenible. Quizás sea mejor fijarse en las tecnologías apropiadas para cada caso, tomando como referencia ciertas soluciones tradicionales como ocurre en la agricultura ecológica, y que en la arquitectura pueden ser muy rudimentarias pero muy eficientes, como demuestran las buenas orientaciones de la arquitectura vernácula o la inercia térmica de las estufas. Para bien o para mal, por ahora en el sector se seguirá abriendo el abanico de posibilidades en materiales y soluciones constructivas sostenibles dentro de la economía de mercado, pero seguirá siendo muy complicado desarrollar ciertas estrategias que se apoyen en las tres patas de la sostenibilidad: la medioambiental, la económica y la sobre todo la social, tanto a nivel normativo y burocrático como de “saber hacer” de oficios y empresas. Por ejemplo, conseguir madera para construcción del entorno cercano que repercuta en estos tres puntos social, ambiental y económico de una zona o lugar concreto. Será más barato y fácil comprar madera certificada laminada y encolada de Finlandia en un centro comercial.

Rehabilitación integral de piso, arquitectura de interiores en Santiago de Compostela. Fotografía de Denís Gándara.

Una vez más, otro profesional de la arquitectura sostenible hace hincapié en la necesidad de incorporar esta nueva forma de ser. Y, en este sentido, nos quedamos con una contundente reflexión “El sector de la arquitectura tiene una gran responsabilidad en la crisis medioambiental”. Así es y, por ello, nos reforzamos en nuestra misión de contribuir a la sensibilización hacia una nueva forma de hacer arquitectura. Gracias Denís por tus reflexiones y por supuesto, por tu trabajo, que contribuyen también a un futuro más verde.

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