Hirekin: un modelo de innovación, colaboración y sostenibilidad para la industria del futuro
La arquitectura sostenible ha dejado de ser un añadido para convertirse en el núcleo de los grandes proyectos de transformación urbana e industrial. El Centro de Innovación y Emprendimiento Industrial Hirekin, promovido por Mondragon Unibertsitatea, es un referente de cómo la regeneración de suelo degradado, la eficiencia energética y la integración ambiental pueden ir de la mano del avance tecnológico y la colaboración empresarial.

El edificio Hirekin se levanta sobre la parcela que ocupaba la antigua empresa Trefasa, en el barrio de Uribarri de Arrasate. La decisión de reutilizar y sanear un entorno industrial degradado es en sí misma una de las prácticas más responsables en arquitectura sostenible: se evita la ocupación de suelos naturales, se recupera un espacio urbano para un nuevo uso inocuo como es la investigación y se incrementa la superficie verde respecto a la situación anterior.
Durante las obras, se ha priorizado la valorización y gestión responsable de residuos. Más del 99% de los materiales derivados del derribo y la reforma han sido gestionados para su recuperación o reutilización, lo que demuestra el compromiso con la economía circular desde la fase inicial del proyecto. Además, la reutilización de tierras excavadas y el saneamiento de suelos potencialmente contaminados refuerzan la dimensión ambiental de la actuación.
Integración con el entorno y gestión sostenible
La integración paisajística es una seña de identidad del proyecto. Se ha planificado la plantación de un árbol por cada 100 m² construidos y el ajardinamiento de las nuevas zonas verdes prioriza la vegetación autóctona y variada. Más del 85% de las especies plantadas son autóctonas, tanto en el entorno del edificio como en las cubiertas, que cuentan con vegetación en al menos el 60% de las superficies no ocupadas por placas solares.
El diseño de las zonas verdes persigue no solo el confort y la calidad ambiental, sino también la protección de la fauna local. Las obras potencialmente molestas se programaron en épocas de baja actividad biológica, evitando la primavera y minimizando el impacto sobre los ecosistemas. En ese sentido, se ha recuperado la ribera degradada del río Aramaiona respetando en el proceso el hábitat de especies protegidas como el visón europeo, la rana patilarga o el murciélago de cueva.
La gestión del agua es otro de los pilares de Hirekin. El edificio incorpora una red para la recogida y almacenamiento de agua pluvial en cubierta, utilizada para el riego y los sanitarios, disminuyendo así el consumo de agua potable.
Eficiencia energética y soluciones innovadoras
La sostenibilidad energética ha guiado todas las decisiones arquitectónicas de Hirekin. El edificio cuenta con placas solares en cubierta que superan en más de un 10% los requisitos del Código Técnico de la Edificación, apostando así por la generación de energía renovable in situ.
La potencia instalada en el edificio Hirekin es de 54 kWp, a los que se suman los 120 kWp instalados en el edificio de Garaia. Esta apuesta por la fotovoltaica permitió a la Escuela Politécnica Superior de Mondragon Unibertsitatea generar 150.343 kWh durante el curso 2024/25. De ellos, el 83% se autoconsumieron.
Este nuevo inicio de curso, se están instalando nuevas placas solares en otros tres edificios del campus de ingeniería, lo que permitirá a la universidad autoconsumir el 20% de la energía requerida para la actividad docente-investigadora.
La construcción del edificio Hirekin también tuvo en cuenta la distribución y orientación de los espacios, favoreciendo la entrada de luz natural en prácticamente todo el edificio, lo que reduce el consumo eléctrico y disminuye el efecto isla de calor en el entorno urbano. Además, el 100 % de las lámparas que utilizan son LED y se han instalado sistemas inteligentes de energía como sensores, temporizadores y sistemas automáticos de regulación de luz artificial.
Una innovación singular que se ha llevado a cabo en la construcción de este edificio es el sistema de recuperación de calor residual de la fundición Fagor Ederlan, ubicada en las proximidades. Esta estrategia plantea un ejemplo de simbiosis industrial: el edificio aprovecha el calor excedente de la fundición para la calefacción de sus espacios, contribuyendo además a enfriar el agua de la industria vecina.
Por otro lado, la apuesta por la movilidad eléctrica es evidente: se cuenta con 16 puntos de recarga para vehículos eléctricos (bicicletas, patinetes y coches), muy por encima de la exigencia normativa que pide un mínimo de 6. Esto incentiva la movilidad limpia y reduce la huella de carbono asociada al transporte.

Flexibilidad y adaptabilidad interior
El diseño interior de Hirekin pone especial énfasis en la flexibilidad de los espacios y su capacidad de adaptación a nuevas necesidades. El uso de elementos prefabricados, módulos, suelos técnicos, falsos techos y mamparas facilita la reconfiguración de espacios a lo largo de la vida útil del edificio. Esta adaptabilidad es clave para prolongar la vida útil de los edificios, reducir futuras intervenciones y minimizar el consumo de recursos a largo plazo.
Certificación y excelencia ambiental
El compromiso de Hirekin con la sostenibilidad se ve refrendado con la obtención del certificado ERAS. Promovido por el Gobierno Vasco, evalúa y califica la sostenibilidad ambiental de la edificación en su fase de diseño, especialmente en edificios de uso industrial. Esta certificación evalúa más de 100 indicadores ambientales, y en el caso de Hirekin reconoce el cumplimiento de 57 medidas que garantizan un nivel de excelencia en sostenibilidad. Así, el centro se convierte en uno de los primeros edificios industriales del País Vasco en recibir esta etiqueta ambiental.
Con todo ello, el centro Hirekin se alza como un ejemplo de cómo la arquitectura sostenible puede ser el motor de la innovación industrial y urbana. Su enfoque integral, que abarca desde la regeneración urbana y la eficiencia energética hasta la gestión circular de recursos y la integración con el entorno, demuestra que es posible construir espacios para la innovación y el emprendimiento donde una vez hubo otros proyectos, sin que eso implique renunciar al respeto ambiental ni a la calidad de vida urbana.