La biomasa como fuente de energía renovable
Cuando hace unos días regresé de vacaciones, me encontré un cartel en la puerta de mi casa que decía: “el Ayuntamiento nos ha entregado un nuevo contenedor de color marrón para que metamos en él todos los residuos orgánicos que generemos”. Como complemento, en mi buzón había un folleto del Ayuntamiento de Madrid, exhortando a que separásemos los residuos según el criterio habitual (vidrio, envases y plásticos reciclables, papel y “resto”) pero separando el “resto” en dos categorías: restos orgánicos (desperdicios de comida, tapones de corcho, restos de jardinería y otros desechos orgánicos) que deberemos echar en este nuevo cubo marrón, y lo restante al cubo habitual de color naranja.
Las razones de este nuevo sacrificio eran los muchos beneficios que se obtenían reciclando esos residuos orgánicos para transformarlos en material generador de energía barata, renovable y de forma sostenible (biogás) y, además, en fertilizantes orgánicos no contaminantes. Creo que esta apuesta del Ayuntamiento de Madrid es muy acertada por los beneficios que conlleva para el medio ambiente, si bien comporta algún esfuerzo adicional a los vecinos de la capital, pero ya sabemos que no hay recompensa sin esfuerzo. Según se indica en el folleto del Ayuntamiento, este pequeño esfuerzo de separación de residuos permite en la actualidad generar una energía equivalente al consumo energético de 95.000 hogares madrileños. Un resultado asombroso para tan poco esfuerzo por parte del ciudadano.
Esta pequeña anécdota doméstica me hizo recordar el compostador de uso fácil para las viviendas unifamiliares, al tiempo que me ha hecho reflexionar sobre el empleo de la biomasa para generar, de forma sostenible y mínimamente contaminante, la energía que precisan nuestros hogares y, en su caso, las oficinas y los establecimientos industriales.
Biomasa: qué materiales la componen y cuáles son sus beneficios
Pero ¿qué es la biomasa? Según el diccionario de la RAE es “Materia orgánica originada en un proceso biológico, espontáneo o provocado, utilizable como fuente de energía”. En román paladino, diríamos que son los productos naturales, normalmente vegetales, que pueden ser transformados en combustibles y, por tanto, en energía.
Una definición así nos lleva a pensar inmediatamente en la madera, las cáscaras de algunos frutos, los arbustos, la paja, las cañas, etc. El sol suministra la energía que mediante la fotosíntesis es transformada y almacenada en esa materia vegetal que, luego, al quemarla, nos devuelve esa energía. Y, en efecto, todo esto es natural y renovable y, por tanto, sostenible.
La biomasa, utilizada en su justa medida, es muy beneficiosa para nuestro planeta. Me explico: no es necesario talar árboles para obtener biomasa. La poda de los árboles, la limpieza de los bosques, las algas que diariamente el mar deposita en nuestras playas y los residuos orgánicos domésticos, mencionados al inicio de este artículo, son ejemplos de cómo se puede obtener biomasa de residuos orgánicos. Pero, además, las nuevas técnicas de manipulación genética han permitido producir plantas de crecimiento rápido que posteriormente son utilizadas para producir biomasa. Así, con los residuos orgánicos (forestales, agrarios, marinos, los domésticos antes mencionados y con estas plantas de crecimiento rápido [regulando su cultivo]), la biomasa alcanza su sentido más ecológico y recomendable para la obtención de energía renovable.
Para que esta biomasa pueda ser energéticamente eficiente, se somete a un proceso de triturado y prensado para formar pequeños cilindros compactos de unos pocos milímetros de diámetro llamados pellets. Estos pellets se queman en unas calderas especiales (calderas de biomasa) que permiten que los pellets ardan lentamente (debido a su alta densidad) a alta temperatura y con un mínimo desprendimiento de CO2, lo que les confiere un gran poder calorífico y un equilibrio neutro en emisiones de CO2. El CO2 que han absorbido, mediante la función clorofílica, para su crecimiento, se compensa con la emisión de CO2 necesaria para su producción y posterior combustión.
Es, por tanto, una solución sostenible y renovable y, además, más barata que la utilización de calderas para madera, petróleo o gas, para obtener agua caliente y calefacción en nuestras viviendas, convirtiéndose en una alternativa muy a tener en cuenta si construimos una nueva casa o precisamos sustituir la vieja caldera de nuestra actual vivienda.
Cuando más arriba, y refiriéndome a las plantas transgénicas para producir biomasa, he escrito entre paréntesis “regulando su cultivo”, he querido destacar que no se puede permitir la incontrolada destrucción o transformación de terrenos agrícolas fértiles o dedicados a bosques, en terrenos para la producción masiva de estas plantas transgénicas dedicadas a la producción de biomasa, pues se alteraría el equilibrio del ecosistema lo que produciría un efecto negativo sobre el clima.
Como se indica en la web de Amigos de la Tierra, “La utilización de la biomasa como fuente de energía tiene que ser limitada y acompañada de medidas de eficiencia y ahorro energético mediante la rehabilitación de viviendas, lo que implica una política pública efectiva sobre rehabilitación de viviendas con el objetivo de lograr ahorros energéticos significativos”, cuestión que ya he tratado ampliamente en artículos anteriores de este blog. Pero debo dejar claro que esta es una cuestión que se escapa a nuestra capacidad de actuación, pues está en manos de los políticos la legislación y normativa sobre la utilización eficiente de la biomasa como fuente de energía renovable al mismo nivel que la fotovoltaica, la eólica y la geotérmica.
Pero no esperemos a que los políticos actúen. Seamos ejemplares y empecemos con esa pequeño, pero beneficioso gesto de separar los residuos orgánicos que generamos en nuestras casas para que puedan ser transformados en energía renovable y respetuosa con el medio ambiente.