Bakpak Architects: “No pretendemos inventar la rueda, pero sí girarla con sensibilidad y coherencia”

Publicado el 23 junio 2025

Esta semana hemos conversado con el equipo de Bakpak Architects, un estudio de arquitectura multidisciplinar afincado en Sevilla que, en poco más de 10 años, ha desarrollado proyectos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. El estudio cuenta con una amplia variedad de tipologías: desde edificios residenciales, corporativos y hoteles hasta complejos comerciales, sanitarios y culturales; todos ellos, abordados desde una perspectiva sostenible.

Borja Navarro, Jose Antonio Pavón, Jose Chamorro, Myriam Rego y Jose De la Peña, socios fundadores del estudio Bakpak Architects. Imagen: Jose Salto.

Entrevista

¿Cómo y cuándo nace el estudio de arquitectura?

Bakpak Architects nace en 2013, en plena crisis del sector, cuando cinco amigos decidimos unir fuerzas. Algunos veníamos de tener ya nuestras propias oficinas, otros compartíamos recuerdos de la carrera y hasta algún máster. Lo que nos unía era la ambición de hacer algo grande, de ir un paso más allá.

Nos lanzamos a un concurso complejo, el del poblado de Sancti Petri, con más ilusión que certezas… y lo ganamos. Aquello fue un punto de inflexión. Vimos que la forma en la que trabajábamos juntos funcionaba, que había una energía especial y una visión común: una arquitectura de calidad, contemporánea, con vocación internacional.

Nacimos en un momento complicado, pero quizá por eso, con más ganas aún de mirar lejos, de construir algo que realmente mereciera la pena.

¿Cómo es vuestra metodología a la hora de afrontar los proyectos?

Nuestra metodología no parte de un manual cerrado ni de una fórmula mágica. Es una forma de trabajar que ha ido evolucionando con nosotros, y que se sostiene sobre dos pilares: el entendimiento profundo del contexto —geográfico, cultural, emocional— y una interpretación que busca siempre aportar algo singular. No pretendemos inventar la rueda, pero sí girarla con sensibilidad y coherencia.

No trabajamos desde una ortodoxia técnica. Para nosotros, la arquitectura nace del cruce entre intuición, análisis y capacidad de síntesis. Leemos lo que ocurre alrededor, lo que ha pasado antes, y lo que podría pasar después. Y desde ahí, intentamos dar una respuesta que sea precisa y a la vez abierta. Que emocione. Que deje lugar para que otros la hagan suya.

Creemos que un proyecto alcanza verdadero valor cuando consigue activar una conexión emocional —histórica, formal o incluso subjetiva— entre el lugar y las personas. Cuando quienes lo habitan sienten que les pertenece de algún modo. Esa resonancia con el contexto es lo que da sentido a nuestro trabajo.

¿Desde que fundasteis el estudio en 2013 habéis apostado por un enfoque hacia la arquitectura sostenible?

Nuestra visión de la sostenibilidad ha ido evolucionando con el tiempo, al igual que la oficina. En los primeros años, abordábamos los proyectos desde la intuición, con muchas ganas de experimentar, pero sin una estructura fija. Elementos como la sostenibilidad estaban presentes, sí, pero más como un impulso instintivo o como una coletilla inevitable en cualquier propuesta contemporánea que como una estrategia consciente y cuantificada. Recuerdo proyectos como el del Bundestag, en el que planteamos un invernadero posterior: una idea potente, pero aún sin un cálculo real detrás.

Con el tiempo, y conforme la oficina ha ido creciendo, hemos ido incorporando criterios más rigurosos y una visión más amplia sobre el impacto de nuestros proyectos. La sostenibilidad ya no es solo eficiencia energética o consumo casi nulo, sino una mirada más ambiciosa hacia el impacto global que generamos: desde los materiales hasta el ciclo de vida del edificio, pasando por la regeneración ecológica del entorno. Esa evolución también ha venido de la formación específica de algunos socios, lo que nos ha permitido definir estrategias concretas y medibles. Proyectos como Oceánika, con su estructura de madera y su jardín mediterráneo de bajo consumo hídrico, son buen ejemplo de ello.

En definitiva, nuestra metodología parte siempre del diseño, pero hoy está cada vez más atravesada por una preocupación genuina por el impacto ambiental, social y económico del proyecto. No se trata solo de cumplir con lo exigido, sino de aportar valor, de manera consciente y transformadora.

Edificio Oceánika. Imagen: Fernando Alda.

Contáis que vuestro compromiso con la sostenibilidad se refleja en la elección de los materiales ¿Existe algún material sostenible por el que sintáis predilección? ¿Por qué?

Sí, sin duda: la madera. A lo largo de los años, y a medida que hemos profundizado en una arquitectura más comprometida con su impacto, hemos encontrado en la madera no solo un material, sino un modelo de futuro. Es una materia prima que representa un cambio de paradigma: pasamos de extraer recursos del planeta a cultivarlos. Plantar árboles para construir es cerrar un ciclo virtuoso que permite avanzar hacia una construcción regenerativa y más alineada con los ritmos naturales.

Además, la madera tiene una capacidad única para fijar carbono, lo que nos permite reducir de forma directa la huella ambiental del edificio incluso desde su estructura. Y en un contexto en el que la falta de mano de obra cualificada y los desafíos de plazos y costes son cada vez más evidentes, la madera aporta una solución industrializable, precisa y eficiente.

Nuestra predilección por este material nace de esa triple vertiente: ecológica, técnica y estratégica. No se trata solo de reducir el impacto, sino de construir mejor y de otra manera.

Para alcanzar la mayor eficiencia, hacéis uso tanto de estrategias pasivas de arquitectura bioclimática, como de soluciones activas. ¿Cuáles son estas estrategias?

Cuando hablamos de sostenibilidad, no solo hablamos de una cuestión de eficiencia energética, hablamos de una arquitectura de impacto casi nulo. Eso implica ir más allá de reducir consumos; implica cuidar todo lo que afecta al entorno, al edificio y a las personas que lo habitan.

Trabajamos, por supuesto, con estrategias pasivas y activas de ahorro energético, adaptadas a cada contexto. Pero, además, damos mucha importancia a la elección consciente de materiales, reduciendo la huella de carbono desde el diseño. El uso de madera estructural, por ejemplo, permite sustituir materiales de alto impacto y se adapta bien a procesos de industrialización y modulación.

También incorporamos vegetación como parte activa del proyecto, no solo desde lo estético o climático, sino desde el impacto medible. En proyectos como las 160 viviendas que estamos desarrollando en Costa Ballena para ACCIONA, la selección de especies arbóreas ha sido tan rigurosa que nos permite compensar completamente las emisiones asociadas al consumo energético del conjunto, según los estándares de certificación actuales.

Además, abordamos temas clave como el consumo hídrico —con especies autóctonas y sistemas de bajo mantenimiento— y el bienestar de los usuarios, con materiales naturales y espacios compartidos pensados desde la experiencia cotidiana.

Los Enebros, en Costa Ballena. Imagen: Bakpak Architects

Habéis desarrollado proyectos de todo tipo y envergadura, ¿qué dificultades implica la integración de los principios de la arquitectura sostenible en cada uno de ellos?

Para nosotros, una arquitectura de calidad ya lleva implícita la sostenibilidad. No la entendemos como una capa añadida, sino como una consecuencia natural de proyectar espacios que funcionan bien: que ventilan, que se iluminan, que se sienten confortables de manera intuitiva, incluso para quien no entiende de técnica. Esa forma de hacer arquitectura —desde lo esencial— es “arquitectura sostenible”.

Evidentemente, no todos los proyectos permiten llegar al mismo grado de exigencia. Hay factores que condicionan: el tipo de cliente, el uso final, el presupuesto. Y también persiste el miedo al sobrecoste, especialmente entre promotores. Si el cliente es usuario final, es más fácil entender que ese esfuerzo se amortiza en el uso. Si es un promotor, la apuesta por la sostenibilidad depende más del posicionamiento de su producto y del tipo de comprador al que se dirige.

En cualquier caso, empiezan a surgir herramientas que ayudan a equilibrar la balanza. Un ejemplo claro es el visado verde del Colegio de Arquitectos de Cádiz, que permite bonificaciones fiscales en licencias de obra en municipios adheridos. Son pequeñas conquistas que facilitan una arquitectura más comprometida sin penalizar su viabilidad económica.

Algunos de vuestros proyectos están enfocados en edificaciones híbridas ¿qué aporta este modelo a la arquitectura sostenible?

Las edificaciones híbridas nos permiten pensar el edificio no solo como objeto arquitectónico, sino como una pieza activa dentro del metabolismo urbano. Al concentrar múltiples usos en un mismo volumen —residencial, terciario, comercial, cultural, deportivo…— se acortan los desplazamientos, se reduce la dependencia del vehículo privado y se genera una dinámica más eficiente en términos energéticos y sociales.

En lugar de dispersar funciones por la ciudad, los edificios híbridos crean pequeñas ciudades verticales, capaces de condensar actividades y necesidades en un solo lugar. Es una forma de acercarnos al modelo de ciudad de los 15 minutos, donde todo está a una escala más humana. Esta lógica reduce emisiones, ahorra tiempo y promueve una vida más conectada y sostenible.

Autores como Rem Koolhaas ya reflexionaban sobre esto en Delirious New York, al hablar del Downtown Athletic Club, un edificio que funcionaba como una máquina urbana autónoma: un mundo autosuficiente en altura, con su propia lógica interna de uso y desplazamiento. Hoy, esa idea se reactiva, no como ficción, sino como estrategia para construir ciudades más densas, eficientes y habitables.

En nuestra oficina, este tipo de planteamientos híbridos no solo responden a la complejidad del programa, sino que nos permiten proponer edificios con más vida, más posibilidades de apropiación, y, sobre todo, más capacidad de reducir el impacto que tienen en la ciudad.

De todos vuestros proyectos, ¿cuál o cuáles destacaríais? ¿Por qué?

Por aportar algo distinto a lo ya comentado, destacaríamos el hospital recientemente finalizado en Viljandi, Estonia. Es un proyecto que nos ha permitido explorar una forma de construir muy diferente a la habitual en España, tanto por contexto climático como por exigencias normativas.

El edificio ha sido desarrollado bajo los criterios del estándar Passive House, que en Estonia no es una opción, sino un requerimiento normativo. Esto ha supuesto trabajar con niveles de estanqueidad, aislamiento y eficiencia energética muy exigentes: fachadas de más de 60 centímetros de espesor, con entre 20 y 25 centímetros dedicados exclusivamente a aislamiento.

Además, todo el revestimiento de la fachada está ejecutado en madera, lo que refuerza el compromiso ambiental del proyecto. A esto se suma un sistema de patios interiores y un gran atrio central que, además de articular el edificio, actúan como espacios de captación térmica pasiva, aportando luz y energía en los duros inviernos estonios, con temperaturas que pueden alcanzar los –20 °C.

Pero quizá lo más interesante es que este proyecto nos ha permitido adquirir un conocimiento técnico valiosísimo, adaptarnos a nuevas realidades geográficas y abrir la mirada hacia otras formas de entender la sostenibilidad.

El Hospital de Valjandi. Imagen: Bakpak Architects

¿Qué importancia consideráis que tiene promover la construcción de edificios de consumo energético casi nulo?

En el momento actual, con recursos cada vez más limitados y costes energéticos en constante aumento, promover edificios de consumo energético casi nulo es una necesidad social. Hay muchas personas que no pueden asumir el coste de calentar o enfriar sus viviendas, y la arquitectura no puede ser ajena a eso.

Diseñar edificios que consuman menos energía significa reducir desigualdades y devolver a la arquitectura una función esencial: ofrecer soluciones reales a problemas reales.

¿Creéis que la sociedad está concienciada sobre la necesidad de implementar propuestas arquitectónicas sostenibles para cuidar el medio ambiente?

Creemos que hay una conciencia creciente sobre la importancia de reducir el impacto ambiental y construir de manera más responsable.

Ahora bien, esa conciencia muchas veces no se traduce en una acción real si supone un coste añadido. La sostenibilidad es bien recibida siempre que no entre en conflicto con otras necesidades más inmediatas, como el acceso a la vivienda, el precio de compra o el mantenimiento. En ese sentido, todavía hay una distancia entre el deseo de contribuir a un entorno más saludable y la capacidad real de hacerlo.

No es que la sociedad no esté dispuesta, es que los recursos económicos son finitos y las prioridades del día a día, muy claras. Por eso creemos que el verdadero reto no está solo en sensibilizar más, sino en hacer que la arquitectura sostenible sea también accesible, viable y competitiva para todos.

Gracias al equipo de Bakpak Architects por dedicarnos su tiempo y permitirnos conocer su trabajo.

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