Arquitectura frente al clima: cómo construir edificios que resistan al futuro

Publicado el 21 abril 2025

En los últimos años, olas de calor sin precedentes, precipitaciones torrenciales, inundaciones urbanas y sequías prolongadas han dejado patente la vulnerabilidad de nuestras ciudades frente al cambio climático. Frente a este nuevo contexto, el diseño arquitectónico y la construcción no pueden seguir operando bajo los mismos supuestos del pasado.

Adaptar los edificios a las nuevas condiciones climáticas es una medida de precaución y, al mismo tiempo, una necesidad para garantizar su habitabilidad y seguridad. Este proceso implica pensar en la vida útil del edificio, en su comportamiento térmico durante episodios de calor extremo, su capacidad de resistir vientos fuertes o lluvias intensas, y su integración con el entorno natural para mitigar los efectos adversos.

Este enfoque ha comenzado a consolidarse también a nivel institucional. La Comisión Europea ha publicado recientemente, en 2023, una guía técnica con recomendaciones para que los profesionales del sector puedan abordar la adaptación climática en sus proyectos de forma rigurosa y efectiva. Este documento, más allá de constituir una hoja de ruta normativa, ofrece una oportunidad para repensar la arquitectura desde una lógica de resiliencia y sostenibilidad.

Soluciones prácticas para una arquitectura resiliente

Adaptar los edificios al clima no significa diseñar refugios búnker, sino crear entornos habitables, saludables y flexibles. Algunas de las recomendaciones que se extraen de la guía de la Comisión Europea apuntan precisamente en esa dirección. Por ejemplo, se propone integrar estrategias basadas en la naturaleza —como jardines verticales o patios vegetales— que actúan como amortiguadores térmicos, mejoran la calidad del aire y ayudan a gestionar el agua de lluvia. Este tipo de soluciones aportan beneficios climáticos, pero también estéticos, sociales y de bienestar para las personas.

El uso de materiales duraderos, reciclables y con bajo impacto ambiental es otra de las claves. La exposición prolongada a altas temperaturas, humedad excesiva o agentes contaminantes puede acortar drásticamente la vida útil de ciertos materiales tradicionales. Por este motivo, elegir componentes constructivos con buena resistencia frente a condiciones climáticas adversas se convierte en fundamental, especialmente en la rehabilitación de edificios existentes, muchos de los cuales no fueron concebidos para soportar estas condiciones.

El diseño bioclimático, tradicionalmente vinculado a la eficiencia energética, adquiere un nuevo valor en este contexto. Los edificios que maximizan la ventilación cruzada, protegen del sol con soluciones pasivas y aprovechan la inercia térmica de sus materiales consumen menos energía, pero también ofrecen mayor confort durante episodios de calor extremo, reduciendo la necesidad de climatización artificial y, por tanto, disminuyendo también la sobrecarga de las redes eléctricas en momentos críticos.

En zonas con riesgo creciente de inundaciones o lluvias intensas, el diseño del entorno inmediato del edificio debe incorporar sistemas de drenaje urbano sostenible, que permitan gestionar el agua sin saturar las infraestructuras existentes. Esto incluye desde pavimentos permeables hasta aljibes de almacenamiento o sistemas de canalización natural. Estas soluciones, aplicadas desde la fase de planificación urbana, permiten reducir los daños materiales y evitar interrupciones prolongadas del uso del edificio.

Referentes arquitectónicos en adaptación climática

El Bosco Verticale de Milán, proyectado por Stefano Boeri Architetti, es un referente en la adaptación arquitectónica al cambio climático. Este complejo residencial consta de dos torres cubiertas por más de 9.000 árboles y 15.000 plantas, creando un ecosistema vertical que combate la contaminación, mejora la calidad del aire y regula la temperatura urbana. Además, contribuye a proteger la biodiversidad local al atraer aves e insectos, demostrando cómo la integración de la naturaleza en el diseño urbano puede mitigar los efectos del cambio climático y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Imagen: Stefano Boeri Architetti.

Otro ejemplo destacado es el Edificio Árbol para Vivir, ubicado en el estado Anzoátegui de Venezuela y diseñado por el arquitecto Fruto Vivas. Esta construcción residencial se adapta al clima tropical utilizando materiales locales y un sistema de enfriamiento biotérmico que favorece la ventilación natural, reduciendo la necesidad de aire acondicionado y mejorando la eficiencia energética. Su diseño demuestra cómo la arquitectura puede responder de manera efectiva a las condiciones climáticas locales, promoviendo la sostenibilidad y el confort térmico sin depender de sistemas de climatización mecánicos.

Imagen: IX BIAU.

Un tercer y último ejemplo de arquitectura urbana resiliente es el complejo residencial y cultural Linked Hybrid, diseñado por Steven Holl Architects. Construido entre 2003 y 2009 en el centro de Pekín, este conjunto de edificios se caracteriza por su diseño integrado que promueve la sostenibilidad y la eficiencia energética. Una de sus principales innovaciones es el uso de un sistema geotérmico de bombeo de calor, que cubre aproximadamente el 70% de las necesidades de calefacción y refrigeración del complejo, reduciendo significativamente las emisiones de CO₂ y el consumo de energía.

Imagen: Steven Holl Architects.

Este conjunto de edificios también fomenta la movilidad sostenible mediante la creación de espacios peatonales y la integración de servicios compartidos, lo que disminuye la dependencia del transporte privado y contribuye a la reducción de la huella de carbono. El planteamiento de este proyecto busca responder a los desafíos climáticos mediante soluciones tecnológicas, así como también promover un estilo de vida más sostenible y conectado con el entorno urbano.

Un cambio cultural y profesional ineludible

La adaptación de los edificios al cambio climático exige una transformación profunda, no solo en las soluciones técnicas que se aplican, sino en la forma de concebir los proyectos. Requiere una visión integradora, donde se valore el ciclo de vida completo del edificio y se consideren múltiples riesgos climáticos desde el inicio. Para ello, es esencial que arquitectos, ingenieros, promotores y responsables públicos trabajen de forma coordinada, incorporando herramientas de evaluación de riesgos, análisis climáticos locales y criterios de resiliencia en cada fase del proyecto.

La guía de la Comisión Europea, en este sentido, sugiere incorporar criterios de adaptación climática en los procesos de certificación, financiación y evaluación de proyectos, facilitando así un entorno más favorable para quienes apuestan por esta transición. En definitiva, los desafíos del cambio climático exigen respuestas bien fundamentadas por parte del sector de la arquitectura y la construcción. No basta con mitigar, hay que adaptarse, ya que los edificios que proyectamos hoy estarán en uso durante décadas.

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